Entrevistamos a Claudio Aguilera, jefe del Archivo de Láminas y Estampas de la Biblioteca Nacional. Periodista de la Universidad de Chile es también autor de diversos y premiados libros de literatura infantil y juvenil, LIJ. Fue, además, uno de los fundadores de la icónica galería Plop!, ubicada en Santiago Centro, que fue un verdadero promotor de la ilustración chilena y la LIJ. En contexto del mes del Patrimonio quisimos saber su visión acerca de la puesta en valor del patrimonio bibliográfico.
Fuiste uno de los fundadores de galería Plop!, un proyecto muy emblemático en un momento en que no había ningún lugar dedicado exclusivamente a la ilustración y cuya bajada decía “Amor infinito por la ilustración” ¿Nos puedes contar brevemente sobre lo que significó impulsar esta iniciativa?
Cuando nosotros iniciamos este proyecto en 2010 había muy poca difusión relacionada con el mundo de la ilustración. Junto a Pati Aguilera, Isabel Molina y Fito Holloway sacamos adelante esta galería que logró reunir lo mejor del mundo de la ilustración chilena y a sus más destacados exponentes. En esos años exponíamos obras de ilustradores e ilustradoras que hoy son grandes embajadores de este oficio. Sobre todo, es importante recalcar que esto se dio en un contexto en que las personas tenían poca noción de lo que era la ilustración. Hoy, este oficio es más valorado que hace diez años por el público general. Por otro lado, también las bibliotecas han cumplido el rol de difundir el libro ilustrado en torno a la educación.
Sin embargo, al investigar, se puede decir que la ilustración en Chile existió muy fuertemente desde el siglo XIX hasta inicios de los años setenta. Era un oficio que hablaba de los imaginarios desde la cotidianidad. En los años ochenta y noventa hubo ilustradores pero estaban relegados a un segundo plano. Se puede decir que ya con el cambio de siglo, la ilustración comienza a volver a la escena artística y cultural.
¿Cómo llegaste a convertirte, además, en autor de libros de literatura infantil y juvenil, con libros premiados como La cabeza de Elena y 9 kilómetros?
Yo me acuerdo haber estado escribiendo desde el colegio y de participar en talleres literarios, con cuentos y poesía. De alguna manera, el periodismo fue parte de ese camino como para dedicarme también a la escritura. Me gusta el hecho de que la LIJ combina muchas cosas que me atraen como la imagen y por otro lado, el mundo detrás de las infancias.
¿Cuándo comienzas a trabajar en la Biblioteca Nacional?
Yo ya venía trabajando en la Biblioteca Nacional desde los 28 años. Antes estuve dedicado a los medios escritos en el ámbito de la cultura. Trabajé en varios medios cubriendo sobre todo arte y literatura. Y después decidí irme a estudiar a la universidad París IV, en Francia, una de las cosas que más me apasionan que es la historia del arte. Y fue en ese contexto cuando me di cuenta de la importancia de la ilustración y de que esta podía ser más que el “acompañamiento” de un texto. En Francia pude ver colecciones de literatura infantil históricas muy importantes en museos y bibliotecas. Así que cuando volví a Chile, tenía esa inquietud de poder hacer algo relacionado con la educación y el mundo de las historietas que vi en Europa. Y en paralelo, también empecé a trabajar en la Biblioteca Nacional en temas de comunicación. Más adelante asumí como jefe del Archivo de Láminas y Estampas de la Biblioteca Nacional.
Una de las cosas que más me llaman la atención cuando me toca recibir colegios o niños y jóvenes que van a la Biblioteca es que a ellos les queda claro que la Ilustración es un patrimonio nacional. También puedo confirmar esa impresión cuando veo que está el abuelo o la abuela con los nietos y hablan del Peneca, una icónica revista infantil que fue impresa entre 1908 y 1960, y cuando ésta llegaba en el tren al sur del país. O llega el papá con el hijo y la hija y les cuenta que esa es la revista que le regalaba el abuelo y que la leía de chico. Entonces el hijo le dice, que también ha leído Mampato y se arma un diálogo en torno a la revista lo que para mí es patrimonio. Y no solamente en lo que se refiere al objeto, sino que a las vinculaciones, las relaciones, las memorias. Entonces es ahí donde cobra mayor importancia reforzar el patrimonio gráfico que hay que cuidar.
Muchas de esas piezas se conservan, resguardan, se catalogan y hoy día están visibles en una de las páginas web de la Biblioteca Nacional, Biblioteca Nacional Digital, donde están los originales digitalizados en alta calidad.
Nuestro rol como ente estatal es garantizar que las revistas e ilustraciones antiguas pasen a ser patrimonio de todos los chilenos y no se queden en manos de un coleccionista, sino que queden en manos de la ciudad.